Los avances científicos en el área de la salud junto con las políticas públicas han permitido que en nuestro país, se reduzcan los índices de mortalidad respecto a enfermedades prevenibles como el Covid-19, sin embargo, la falta de información generó un rechazo a la utilización de vacunas, cuya oposición se encuentra fundada en mitos y teorías conspirativas.
Hay que analizar la cultura como una construcción del ser humano respecto a su manera de sentir, pensar y actuar; de ello dependerá su conservación y transmisión en el tiempo. No obstante, la cultura de un pueblo con el pasar del tiempo puede sufrir cambios o adaptaciones de acuerdo a las circunstancias históricas en relación a los hechos que acontecen en su temporalidad, como en el presente: convivir con la pandemia por el coronavirus. Es así que la cultura de un pueblo procurará la adaptación de sus formas de convivencia, para mantener su supervivencia en el periodo que le toca vivir.
El gobierno nacional, ha generado políticas enfocadas en la prevención de la enfermedad y/o prevenir el acaecimiento de las formas graves de la pandemia a través de la adquisición de vacunas, cuya aplicación genera un beneficio individual para la consecución del bienestar general. Las estadísticas demuestran claramente que, desde la vacunación masiva, los índices de mortalidad han disminuido en nuestro país.
Como médica y boliviana, siento que nuestro país se enfrenta a una corriente antivacunas que cobra fuerza día a día, apoyada por la desinformación que generan las redes sociales, que entre fakenews y teorías absurdas o inclusive corrientes religiosas advierten de posibles efectos secundarios que, pese a no haber sido comprobados, han generado susceptibilidad en la población y peor aún, han establecido un miedo a la inoculación, promoviendo el rechazo a las mismas.
Inclusive, ya no se puede culpar o estigmatizar a la población que prefiere la medicina tradicional respecto a la occidental, pues la convivencia de ambas en la búsqueda de armonía ha surgido naturalmente y fomentada desde el gobierno, desmitificando la tesis de que ambas se auto excluyen. Nuestros pueblos no dejarán de lado sus prácticas ancestrales para la prevención de cualquier enfermedad, y no existe citadino que no haya tomado un mate de manzanilla como analgésico y por el otro lado, los esquemas de vacunación vigentes con anterioridad a la pandemia, no fueron rechazados en ámbitos rurales. El problema surge cuando fanatismos o teorías conspirativas propias de la enajenación internacional, afectan el buen vivir de nuestros compatriotas, por ello es importante declararle la guerra a las mentiras y a los mentirosos, fomentando los mecanismos alternativos de información para terminar de una buena vez con esas corrientes antivacunas que son una amenaza a la salud colectiva de nuestro país.
Hay que vacunarse, porque si cada boliviano se cuida, cuida a los demás.
Melisa Viviana Bress Virgos
Médica
Miembro del Colectivo “La Vanguardia”