Es bueno obligar a preocuparnos

Después de la promulgación del decreto supremo que obligaba a las instituciones públicas y privadas el requerir a las personas que deseen ingresar a sus instalaciones, la presentación del carnet de vacunación, las filas en los puntos de vacunación se incrementaron.

Entonces surgieron las protestas por la cantidad de tiempo que debían esperar para ser vacunados. Lo que sucede es que la idiosincrasia boliviana hace que solo ante la urgencia sea esta temporal o legal, movilice su actuar respecto a algún requisito, beneficio, o deber. Alguien ya dijo que, sino se pidiera el certificado de sufragio para realizar transacciones bancarias, tal vez la asistencia a las urnas mostraría otro nivel de participación en las elecciones.

De igual forma, de diciembre a enero, las filas para obtener la cédula de identidad crecen, no es que todas pierdan su vigencia justo en estos meses, sucede que para irse de vacaciones o inscribir a los niños al colegio (no es requisito) quieren obtener este documento y justo en este periodo, si usted requiere una cédula de identidad en otro mes, las oficinas para recabarlo están poco menos que desiertas, pero no se acude y se protesta. Otro ejemplo lo tiene a tiempo de hacer la inspección técnica vehicular (que no tiene nada de técnica), pese a que siempre se extiende el periodo para realizarla, las filas existirán al final de éste.

Pero estamos en época de pandemia, y los números de vacunados por día desde la promulgación del decreto se incrementaron favorablemente, empero tras la postergación del requisito mencionado en la primera parte de este artículo, se espera que la afluencia a los puntos de vacunación baje, pero solo hasta llegar al número aceptable por el que el ritmo sea el esperado, sin trasnochados o amanecidos en las filas. Esperemos que sí.

Y los demás que no piensan vacunarse, que se oponen religiosamente, ¿acaso podrán justificar el deceso de sus fieles en ese rechazo a la vida con la estigmatización de la vacuna?, ¿hasta donde alcanza el pensar que es la voluntad de Dios respecto a su salud que, al dejarse estar no se estarían oponiendo al regalo del libre albedrío? Pero no es novedad que anteponga el dogma a la vida, recuerdo que estaban (o están) prohibidas las transfusiones de sangre, prefieren la muerte de un ser querido que ser condenados por su iglesia. Y los pastores extraviados en épocas difíciles, con los diezmos recaudados no necesitan salir a trabajar a diario, por su puesto que no se exponen al covid-19.

Y es que la hipocresía abunda en el ser humano, conocí alguien que llegando a su oficina escuchaba canciones religiosas que según él le colmaban de paz, y luego lo único que llenaba eran sus bolsillos con los billetes que le dejaban por los “favores” que hacía.

Todos buscan pertenecer a algún sitio, a alguna comunidad por ejemplificar algo, y claro ante la muy bien ganada mala fama de la iglesia católica, ha surgido desde los noventa (me parece) todas esas iglesias protestantes, que cambiaron el besar la mano del cura, por el abrazo de los hermanos, para luego encerrarte en moralidades bajo pena de expulsión tras repudios colectivos que le han quitado nuevamente, a la razón y al sentido común el papel protagónico en la cotidianidad que deberían tener todas las mujeres y hombres, que necesitados de milagros han sido adoctrinados, y costará mucho demostrarles que la ciencia no es enemiga de la fe, al contrario de ella que rechaza lo contrastable.

Si está en riesgo el bien común, no pueden prevalecer los derechos individuales a los colectivos. La pandemia amenaza a cada uno de los habitantes y la vacunación está para disminuir el riesgo de hospitalización y/o muerte. Por ello, en respeto a la Constitución, no se puede obligar a vacunarse al que no quiere, pero el Gobierno debe garantizar la salud de su población con políticas públicas que busquen la prevalencia del interés común (como el decreto mencionado), finalmente la presión para no exigir el carnet de vacunación no está provista en su mayor parte por grupos religiosos, sino por aquellos que no quieren vacunarse y no saben por qué, pero estoy seguro que harán su fila para recibirla si se vuelve a inquietar su modorra preocupación por la salud. Por ello es bueno obligar a preocuparnos.

Por:
Ariel Percy Molina Pimentel “El Molinario
Abogado y Militante MAS – IPSP
Miembro Colectivo La Vanguardia

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